Recuperamos bolsas de supermercado y otros plásticos blandos de un solo uso, recolectados en las playas sometiéndolos a procesos de termofusión artesanal. Mediante calor y presión, logramos unir capas de nylon que se convierten en superficies resistentes, únicas e impredecibles. Esta técnica no solo resignifica lo descartado, sino que transforma lo frágil en fortaleza, lo desechable en diseño con memoria. Cada textura resultante es irrepetible, como una huella del mar contaminado que buscamos sanar desde el arte textil.
En nuestra búsqueda por aprovechar residuos industriales, trabajamos con retazos sobrantes de la maquina overlock, utilizados comúnmente en la producción de toallas felpudas para espacios acuáticos. Estos retazos, usualmente desechados por su tamaño o irregularidad, fueron reensamblados para dar cuerpo a nuevas superficies. Su absorción, suavidad y aspecto rugoso aportan una dimensión táctil y simbólica: lo que una vez sirvió para secar el cuerpo, hoy viste y protege desde otro lugar. Con cada hebra recuperada, reafirmamos que la moda también puede ser un gesto de cuidado hacia el planeta.
En esta línea, trabajamos con Ecomalha de la marca Euroroma, un hilo ecológico elaborado a partir de descartes textiles de la industria brasileña. Este material surge de excedentes de producción, sin pasar por nuevos procesos químicos ni teñidos. Su impacto ambiental es mínimo y su estética es espontánea: cada lote presenta colores únicos e irrepetibles, definidos por la mezcla residual de fibras. Mediante la técnica del crochet manual, tejemos formas que remiten al mar, a lo orgánico y a lo hecho con tiempo. Cada pieza busca recuperar el valor del hacer lento, del detalle, de lo imperfecto.